El Bertrés deja de ser un pintoresco pasaje para convertirse en un cuadrilátero cada viernes al mediodía. Detrás de las ventanas, los vecinos observan con espanto cómo jóvenes y jovencitas se enfrentan con golpes de puño, tirones de pelo y patadas voladoras que los dejan tumbados en el piso. Lejos de intervenir, los demás adolescentes arengan a los contrincantes y los filman con sus celulares. Una escena digna del clásico videojuego Street Fighter.
No es que los jóvenes pasan por el pasaje, discuten y se van a las manos, sino que llegan listos para el enfrentamiento físico, deduce Gregorio Nieva, sereno de esa cuadra. "Ya vienen con todo armado y aquí pelean. Hace cinco años que estoy aquí y siempre fue igual", afirma. Al igual que varios vecinos, reconoce que la Policía interviene pero aclara que no sirve de mucho. "La Policía viene y los desparrama nomás porque son menores y no se los puede tocar", apunta.
"Es muy grave"
El pasaje tiene solo una cuadra, entre Virgen de la Merced y Monteagudo, y a los vecinos se les hace difícil convivir con las multitudes de jóvenes en ese espacio. "Los adolescentes de los colegios de las adyacencias vienen al pasaje, generalmente con alguna trifulca o alguna crisis que ya debieran haber sido motivo de intervención de las autoridades, y los vecinos los vemos pelearse y nos tienen en vilo", resume María Eugenia Waldmeyer.
"Nadie hace nada -protesta-, yo llamé al 911 en dos oportundidades y han venido después, cuando ya todo se había desarmado".
No solo las ya clásicas peleas de los viernes molestan a quienes viven en la zona. Según relata Waldmeyer, "los jóvenes se pasan las mañanas completas tirados en las veredas del pasaje consumiendo alcohol y no sé qué más porque no estoy haciendo una guardia, pero soy una vecina que vive en una cuadra que tiene un espacio reducido para convivir con ese problema".
Lo que más irrita a los vecinos es que "no hay un control ni de las autoridades de los colegios, ni de la Policía, ni de los padres". Y ese descontrol termina en "verdaderas grescas donde hay trompadas y un grado de violencia que pone en evidencia lo mal que vivimos; es muy grave lo que pasa aquí", advierte Waldmeyer.
Todo cambió
Nicolás también observa con preocupación lo que sucede en el pasaje y eso le produce una mezcla de melancolía y tristeza. Recuerda que se crió allí, donde vive desde hace 50 años. "Jugábamos en la calle, este era nuestro gran patio, el pasaje era lo más 'tranqui' y ahora es penoso ver a los changuitos", dice.
Al igual que Waldmeyer, no solo se refiere a las peleas. "Todos los días están sentados acá con el porrito desde chicos, desde los 12 o 13 años", dice. Y opina que "ellos no tienen la culpa, sino que los padres tendrían que ser responsables de la conducta de sus hijos". Casi sin esperanzas, concluye que "así estamos y así vamos a estar cada vez peor".
Desde el Ministerio de Educación provincial advirtieron a LA GACETA que no estaban al tanto de estos hechos de violencia.